Jorge Zepeda Patterson
29/01/2017 - 12:05 am
Trump, el inesperado aliado de AMLO
Las amenazas del nuevo inquilino de la Casa Blanca, y la cada vez más factible posibilidad de que se conviertan en realidad, no solo trastoca las perspectivas económicas; también modifica el proceso electoral de 2018.
Ese vendaval llamado Donald Trump ha terminado por sacudir la sucesión presidencial en México. Las amenazas del nuevo inquilino de la Casa Blanca, y la cada vez más factible posibilidad de que se conviertan en realidad, no solo trastoca las perspectivas económicas; también modifica el proceso electoral de 2018.
En la parcela del PRI el efecto Trump es evidente. Miguel Ángel Osorio Chong, Secretario de Gobernación y principal aspirante a la precandidatura por parte del tricolor, está desaparecido. Los reflectores se concentran en temas económicos y migratorios en relación con Estados Unidos. Es decir en Luis Videgaray, el flamante canciller y, para efectos prácticos una especie de vicepresidente del país. Con el pretexto de que la prioridad número uno es la negociación con la nueva Casa Blanca, el ex ministro de Hacienda mete mano en todo el gabinete y no sólo el económico.
Es sintomático que en la decisión de extraditar a el Chapo, por ejemplo, un asunto de seguridad que pasaba por la secretaría de Gobernación, Osorio Chong ni las manos metió. Videgaray definió los tiempos y las circunstancias para entregar al capo, tan codiciado por la justicia estadounidense.
Esto no significa que Videgaray desplace a Osorio en la candidatura priista. Incluso si las negociaciones con Washington llegan a buen puerto (algo totalmente impredecible con un personaje tan volátil como Trump), Videgaray es impresentable como candidato: su carisma es nulo y aún perviven los efectos del escándalo de su casa en Malinalco. Por más todopoderoso que sea el canciller, el PRI no va a suicidarse en las urnas.
No, Videgaray no va a estar en la boleta electoral, pero su opinión será decisiva para definir quien sí va a estar. Y no es un secreto la animadversión que le inspira el Secretario de Gobernación. Frente al protagonismo del todopoderoso ministro, Osorio Chong se ha recluido en sus oficinas de la calle Bucareli. Si Videgaray no sufre un descalabro mayúsculo de aquí a diciembre, las posibilidades del ex gobernador de Hidalgo son reducidas.
En el otro extremo, la hostilidad de la Casa Blanca ha catapultado a Andrés Manuel López Obrador. La agresión de Trump y la indignación resultante insufla el discurso nacionalista que ha sostenido durante años el Peje. Esa narrativa, que muchos consideraban trasnochada en tiempos de globalización y apertura petrolera, de repente se convierte en estrategia de sobrevivencia. Incluso Carlos Slim apelaba este viernes a la necesidad de fortalecer el mercado interno y la sustitución de importaciones, un tema recurrente del líder de Morena.
Y desde luego, López Obrador buscará alargar su momentum hasta el 2018, si le es posible. Por lo pronto anunció una gira por ciudades de Estados Unidos para fortalecer y articular la unión de los mexicanos de aquél lado del muro. No sé si Washington pueda o quiera impedirlo, pero en cualquier sentido el tabasqueño ya ganó. Y si hace su gira, los beneficios políticos están a la vista: cobertura mediática continua, captación del voto entre migrantes y sus familiares en México, mostrarse ante los mexicanos como un político con capacidad de respuesta y liderazgo para enfrentar “al agresor”.
El tsumani Trump también afectó las posibilidades del PAN. Para mal. Margarita Zavala, la ex primera dama, y Ricardo Anaya, presidente del partido, principales aspirantes a la candidatura del blanquiazul, gozan de una relativa buena imagen en la opinión pública. Pero la batalla a la que convoca Trump convierten en obsoletas tales virtudes. Se considera a Margarita como una buena persona, pero la imagen maternal y femenina que proyecta, una agenda concentrada en temas de familia, educación, infancia y mujer, no son las más propicias para la contienda electoral que se avecina. Lo mismo puede decirse de Ricardo Anaya, un joven político muy talentoso pero, justamente, demasiado joven para concebirlo como el un rival de peso que el país requiere ante el terrible empresario neoyorquino. Y en política las percepciones son realidades.
La opinión pública buscará de cara al 2018 a un personaje identificado con la defensa de los intereses nacionales, con experiencia y oficio; pero casi todos lo que poseen esos atributos están contaminados por temas de corrupción o por su pertenencia al viejo régimen. “Menos yo”, afirma López Obrador. Lejos del “cállate chachalaca”, ahora asegura que está con Peña Nieto en su confrontación con Trump; designa a un empresario, Alfonso Romo, como coordinador de su plan de gobierno para 2018; y cierra sus tuits invitando a la fraternidad. “No soy un peligro para México” es el subtexto de todas estas acciones. Más aún, tratará de convencernos de que no sólo no es un peligro sino la mejor opción para enfrentar con dignidad y responsabilidad a un vecino hostil y pendenciero.
¿Habrá López Obrador aprendido la lección y evitará esta vez pegarse un tiro al pie?
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